Nuestro ensayista histórico de cabecera, el Ing. Alejandro Orozco, nos vuelve a sorpender con esta tercera parte de sus ensayos de la Historia No Oficial de la Revolución mexicana.
Les recomendamos antes de leer este ensayo, leer las dos partes anteriores. De click aquí para la primera parte y aquí para la segunda parte.
PRESIDENCIA DE VENUSTIANO CARRANZA
El Varón de Cuatro Ciénegas, Don Venustiano Carranza, vencedor absoluto del más catastrófico y sanguinario movimiento armado en la historia de México, hacía su entrada triunfal en la capital de la República Mexicana entre vítores, vivas y confeti. Sherbourne Hopkins cabalgaba nuevamente a su lado, como en su momento lo hizo con el propio Madero. El comerciante de armas y dinero se sentía con las calificaciones políticas necesarias para participar de nueva cuenta en el desfile, pues no en vano también había obtenido de las empresas petroleras americanas el pago de impuestos por anticipado, además de otras ayudas para financiar la importación de armamento.
Ya en funciones, reflexionaba Carranza:
—Llego al poder en contra de los deseos del Presidente de los Estados Unidos, esta desventaja opera en mi contra desde el principio ya que los yanquis no han querido reconocer a mi gobierno. Aún así modificaré toda la política de recursos naturales del país y en particular la petrolera. Recuperaremos este colosal patrimonio nacional que Porfirio Díaz puso en manos extranjeras y les permitió explotar gratuita e ilimitadamente sin aportar ningún beneficio al país.
—Los petroleros siempre han operado en nuestra contra al amparo de las fuerzas armadas de sus países. Los tribunales mexicanos siempre fueron incapaces de hacer cumplir sus determinaciones, con los barcos de guerra anclados en Veracruz o en Tampico. ¿Qué fuerza tiene la ley frente al poder de los cañones?
—Veo una posibilidad, veo una esperanza: Alemania se asfixia dentro de sus fronteras políticas actuales; la posibilidad de una guerra europea causaría el retiro de todos los barcos de bandera extranjera para que se concentren en sus países de origen. Si Inglaterra demanda el apoyo yanqui ante el poder aplastante del Káiser, México volverá a recuperar su soberanía puesto que los Estados Unidos irán al rescate de sus primos; ahí radica mi gran esperanza. Intentaré el cambio en el momento oportuno, no antes ni después, juro que lo intentaré.
En Octubre de 1914 Edward McDoheny dueño de la petrolera Tolteca, discutía acaloradamente con su socio y amigo, el influyente Senador por Arizona Albert Fall.
McDoheny comentaba a Fall —Cuando el Presidente Wilson pidió la autorización al congreso para invadir México, todos pensamos que sería como la de 1847 no esta estúpida burla; si después de disparar tres cañonazos y de matar solamente a doscientos ignorantes indios mexicanos, tu colosal armada, Fall, se sienta a esperar la consolidación militar de Carranza. ¿Tú crees que Carranza nos va a temer?
Fall le replicó ―Edward, no sólo con balas se arregla todo, la verdad es que tu empresa sigue trabajando normalmente en México; además, recuerda que el tiempo está en contra de Carranza. Wilson no a reconocido su gobierno; ésta acción tu bien sabes lo que implica para el gobierno mexicano.
Habiendo pensado un momento lo que le dijo Fall, McDoheny repuso ―Las cosas se deben hacer bien desde el principio y no estar preocupados por las ocurrencias de Carranza; a propósito. ¿ya sabes lo que ordenó Carranza el mes pasado?
―No. ―Contestó Fall.
―Ordenó la valuación de todo nuestro patrimonio, ―afirmó enfáticamente McDoheny ―así como el análisis de las posibilidades tributarias de la industria petrolera con el objeto de conocer mejor la riqueza nacional de México y, distribuir más equitativamente los impuestos federales. Se repite la historia: Madero exigió lo mismo; su propósito oculto es obtener información para una eventual expropiación.
―Tú mi distinguido Senador, ―arremetió nuevamente Fall ―y otros leales a tí, deben convencer al presidente Wilson para que -de una vez por todas- invada México y ponga orden con estos indios incapaces de entender la importancia de los dólares.
MEXICO SEGREGADO POR UN ESTADO PETROLERO
―Si no logras convencer al presidente Wilson de invadir México –Albert- tú sabes que me gusta siempre estar preparado con un plan B; éste consiste en lo siguiente:
―Deseamos crear nuestro propio ejército con nuestros propios recursos, para vigilar personalmente todo el territorio petrolero e impedir el acceso de las tropas y de las leyes constitucionalistas en nuestros fondos privados.
Fall, asombrado, procesaba la información. ―¿Te refieres a un estado petrolero autónomo, dentro de México?, ¿fuera del alcance jurisdiccional del propio México y de los Estados Unidos?, me parece la concepción de la impunidad más cínica que he visto en mi vida y, al mismo tiempo, la más defendible. ¿Qué haría Wilson si los petroleros americanos trataran de aislar una parte de Oklahoma o de Texas para promover la creación de un estado petrolero independiente dentro del territorio de los Estados Unidos?
McDoheny sellaba su idea, ―Ni se trata de Wilson ni de Oklahoma ni de los Estados Unidos ni de los ciudadanos norteamericanos. Se trata de un barbudo revolucionario; fanático, de Veracruz, de Tamaulipas y de México, e indios ignorantes, cobardes y traicioneros. De modo que no te amargues la existencia y piensa bien en los legisladores que te acompañarán en tu entrevista con Woodrow Wilson.
INICIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Sarajevo fue el detonador de la guerra europea. Cuando el príncipe heredero de la Corona Imperial Austriaca, Archiduque Fernando I, murió asesinado por la explosión de un coche descubierto, el 28 de Julio de 1914, a la vista del público, el Viejo Continente se convirtió en poco tiempo en un colosal campo de batalla. El mundo contemplaría atónito la primera guerra motorizada en la historia de la humanidad, en donde las reservas petroleras y el aprovisionamiento oportuno de combustible jugarían un papel determinante.
Los Estados Unidos, con la Standard Oil, ocupaba el primer lugar con sus 265 millones de barriles anuales. El segundo lugar lo ocupaba Rusia con 67 y el tercero era para México con 26 millones de barriles.
En México la revolución había vuelto a estallar. Ahora por diferencias entre los grandes líderes triunfadores.
Villa manifestaba, ―Si los Estados Unidos no han reconocido a estas alturas a Carranza, es por algún motivo. Todas las posibilidades que él vaya perdiendo las iré ganando yo. La decisión está entre los dos.
Las decisiones consensuadas en la convención de Aguascalientes no fueron aceptadas por Carranza. Acto seguido las carabinas volvieron a dispararse entre mexicanos.
La destrucción generalizada del país continuó, salvo en la industria petrolera. En ese sector, los magnates del oro negro acordonarían toda la zona donde se encontraban sus yacimientos y sus inversiones para protegerlas de la ira revolucionaria. Crearían su propio estado petrolero, inviolable a Carrancistas, Zapatistas, Villistas, Convencionalistas, etc.
Mcdoheny había sido claro ―Por aquí no pasará ningún sombrerudo, ni entrarán las leyes constitucionalistas o los políticos carrancistas. ¡Nadie!, ¡absolutamente nadie! Este será un coto cerrado, propiedad exclusiva de la inversión extranjera y defendido por ella misma con su propio ejército y su propio armamento.
El 4 de noviembre de 1914, Manuel Peláez, apoyado por guardias blancos armados que hacían las veces de escudo contra la política legislativa del Carrancismo, segregó del resto del país una enorme fracción territorial saturada de yacimientos petrolíferos (Peláez recibía de los petroleros una importante mesada de dólares para el sostenimiento de su ejército). Por su parte, Villa festejó todo lo negativo que le pudiera acontecer a su anterior jefe, aún cuando se tratara de una ocupación extranjera o de la más canallesca profanación de lo mexicano.
Inglaterra descansaba mientras el estado petrolero (Buffer State) funcionaba apoyado por la marina yanqui desde las costas del Golfo de México; no había motivo de preocupación. El abastecimiento estaría asegurado; Carranza nunca intentaría violar esa frontera fijada por los petroleros.
Durante aproximadamente 6 años funcionó dicho estado petrolero. Éste es un hecho que jamás podrán negar las subsidiarias de la Standard Oil Company de New Jersey y de la Royal Duch Shell.
Carranza reflexionaba ―Si rompo las líneas de Peláez, sólo provocaré una nueva invasión y comprometeré todo lo ganado por la revolución.
Carranza, entonces, se traslada al puerto de Veracruz en busca de seguridad e impuestos aduaneros pagaderos en dólares; para financiar la adquisición de armamento. Villa había sido vencedor en algunos frentes derrotando al ejército constitucionalista.
Obregón, de manera enérgica, manda un telegrama a Carranza. “LAMENTO CON DOLOR QUE NO HAYA PODIDO SUBORDINAR EL AMOR PROPIO AL PATRIOTISMO”. El primer jefe nunca le perdonaría semejante atrevimiento.
Finalmente, el Presidente logra negociar la salida de las tropas americanas del puerto de Veracruz después de agotadoras y arbitrarias negociaciones.
La conflagración europea cobra ímpetu. Austria había declarado la guerra a Servia; Alemania a Rusia, Francia y Bélgica; Inglaterra a Alemania; Austria a Rusia, Francia e Inglaterra a Austria. Finalmente, Italia declara la guerra a Austria.
Se ordena atacar simultáneamente a Alemania por los frentes de Rusia y Francia, el Káiser no olvidaba una de las razones más sobresalientes del fracaso estratégico de Napoleón; haber tenido abiertos, precisamente, dos frentes de guerra.
El mismo Káiser analizaba la ubicación geográfica de México y no ocultaba su preocupación por el eventual ingreso de los Estados Unidos en la guerra al lado de los aliados. Buscaba afanosamente una nueva fórmula para envolver a los Estados Unidos en otro conflicto ajeno al europeo y diferir su ingreso en la gran guerra. Confiaba en la participación de Victoriano Huerta para ayudarlo a ejecutar la contrarrevolución Mexicana.
El 10 de Octubre de 1915, Robert Lansing, el segundo Secretario de Estado del Presidente Woodrow Wilson, manifestaba su punto de vista con Wilson: “Los petroleros desean una intervención directa en México, una guerra abierta para repartirse toda la riqueza del subsuelo mexicano. Sin embargo, dada la guerra europea, las peticiones petroleras chocan con los objetivos estratégicos del gobierno de los Estados Unidos. Acceder a ellos es tanto como caer en la tentación y la trampa que nos tienden los Alemanes. La política internacional de los Estados Unidos hacia México no se debe dictar en función de los intereses petroleros por más que el Congreso y la prensa veladamente así lo deseen.”
Wilson secundando la postura de Lansing manifestó ―Ya estoy harto de la insistencia de los petroleros yanquis para invadir México. Han sido incapaces de resolver sus problemas y piensan que toda la Armada norteamericana está a su exclusiva disposición para defender sus intereses patrimoniales.
―Además, Peláez lleva casi un año al frente del estado petrolero y la producción y exportación del petróleo hacia Europa; a través de nuestro conducto, se ha desarrollado con toda normalidad. A los petroleros norteamericanos e ingleses los convenceré respecto a la necesidad de reconocer diplomáticamente a Carranza. Es pues necesario destruir al Villismo, consolidar al Carrancismo -con todo y las dudas que nos inspira su trayectoria nacionalista-, con ello impediremos cualquier oportunidad de maniobra del gobierno alemán.
El 22 de Octubre de 1915, Woodrow Wilson otorgó el reconocimiento diplomático al gobierno de Venustiano Carranza. Villa estalló en uno más de sus acostumbrados arrebatos. Alegó la enajenación total del país por parte de Carranza a los Estados Unidos. La campaña militar, dirigida por Obregón, avanzó en su contra. Villa quedó arrinconado en la frontera donde Wilson autorizó a las tropas Carrancistas el paso a través del territorio norteamericano. Villa fue tomado en forma sorpresiva por la retaguardia y se le infligió una derrota catastrófica y definitiva. Ahí quedó enterrada la experiencia militar del Centauro del norte.
En esos tiempos la inteligencia americana sorprende a Victoriano Huerta cuando pretendía cruzar la frontera mexicana desde Texas e internarse en territorio nacional, en ejecución de los acuerdos llegados con el Káiser. También Pascual Orozco es arrestado junto con el asesino del Presidente Madero. El Emperador Alemán enfurece con el fracaso.
Poco tiempo después Orozco muere en manos de los rangers en un frustrado intento de huida. Huerta pierde la vida por alcoholismo y en 1915 otro mexicano muere en la capital del mundo, en el París de sus sueños: José de la Cruz Porfirio Díaz Mori.
Los petroleros siempre inconformes ante cualquier apoyo a Carranza, vuelven a idear otro golpe de estado al triunfador indiscutible de la revolución aprovechando las fuerzas diezmadas del Villismo. Vuelven a armar al Centauro del Norte en contra de Venustiano Carranza.
PRIMERA INVASIÓN EN LA HISTORIA DE LOS ESTADOS UNIDOS
En marzo de 1916 las fuerzas de Villa invadieron los Estados Unidos hasta llegar a un pueblito fronterizo llamado Columbus. Ahí masacró a tiros a un grupo de norteamericanos locales. Deseaba vengarse de los americanos y de Carranza, y para ello intentó ocasionar un conflicto entre los dos países para que sus enemigos se destrozaran uno al otro. Estuvo a punto de lograrlo.
Wilson pensaba para sí ― ¿quién fue el autor intelectual de semejante provocación? Identifico a dos grupos: uno, los petroleros; otro, el Káiser Federico Guillermo. No voy a caer en la provocación, no puedo equivocarme; sólo mandaré a Pershing al frente de una expedición punitiva para sancionar al bandolero de Villa.
El Presidente de la República Venustiano Carranza insistía en promulgar una nueva Constitución a como diera lugar, y para tal efecto intentaría apalancarse políticamente en el conflicto europeo.
Sentenciaba Carranza, ―Una nueva Constitución, surgida de una revolución, debe romper los moldes jurídicos del pasado y aplastar cualquier argumento opuesto a su promulgación por medio de la fuerza.
El presidente Wilson, por el terrible recrudecimiento de la conflagración europea, retira la expedición Pershing de nuestro país, sin haber localizado a Francisco Villa y sin haber obtenido ventaja alguna de Carranza. Finalmente, los Estados Unidos pronto declararía la guerra a las potencias centrales. La conflagración adquiriría dimensiones mundiales. La guerra submarina del Káiser, al lado de otros argumentos igualmente sólidos, no dejaba opción.
En enero de 1917 se repetía dolorosamente la historia Mexicana. Volverían a reunirse en la embajada norteamericana en México el embajador, que ya no se llamaba Henry Line Wilson, sino Henry P. Flecher; el Presidente Mexicano ya no era, evidentemente, Francisco I. Madero, sino Venustiano Carranza. Sin embargo, los adinerados conspiradores sentados en la mesa eran los mismos de siete años atrás.
El embajador Fletcher inició la sesión diciendo ―Tengo, confidencialmente, en mi poder el proyecto Constitucional del artículo 27, que bien pronto será famoso por lo que se refiere al tratamiento de la inversión extranjera en este país. Si ustedes me lo permiten procederé dar lectura.
“Artículo 27 - La propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponde originariamente a la Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares constituyendo la propiedad privada.
Las expropiaciones sólo podrán hacerse por causa de utilidad pública y mediante indemnización.
La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, para hacer una distribución equitativa de la riqueza pública y para cuidar de su conservación. Con este objeto se dictarán las medidas necesarias para el fraccionamiento de los latifundios; para el desarrollo de la pequeña propiedad; para la creación de nuevos centros de población agrícola con las tierras y aguas que les sean indispensables; para el fomento de la agricultura y para evitar la destrucción de los elementos naturales y los daños que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de la sociedad. Los pueblos, rancherías y comunidades que carezcan de tierras y aguas o no las tengan en cantidad suficiente para las necesidades de su población, tendrán derecho a que se les dote de ellas, tomándolas de las propiedades inmediatas, respetando siempre la pequeña propiedad. Por tanto, se confirman las dotaciones de terrenos que se hayan hecho hasta ahora de conformidad con el decreto de 6 de enero de 1915. La adquisición de las propiedades particulares necesarias para conseguir los objetos antes expresados, se considerará de utilidad pública.”
Edward McDoheny, entonces presidente de la Tolteca Petroleum tronó. ―¿Lo ven? Las tierras y aguas son propiedad de la nación. Perderemos todo mediante un oficio expropiatorio. Usan la palabra apropiación. Cínicos, son unos cínicos, por qué se van a apropiar de lo nuestro para repartírselo a ignorantes que no saben leer y escribir. Si no supieron crear la riqueza menos sabrán mantenerla.
Smith, representante de la American Smelting & Refining Co. secundó. ―¿Debo entender que todos nuestros terrenos se fraccionarán para entregárselos a indios mugrosos que, sólo mal entienden las palabras de mi capataz? ¿Cómo pueden ser tan idiotas para poner la tierra, la alimentación de los mexicanos, en manos de zánganos ignorantes, felices con su miseria y con las posibilidades encantadoras de un juicio final?
Un largo silencio lo rompió Brown. ―Me ha costado mucho trabajo obtener mi tierra, y me pregunto ¿qué sucederá a todos los terrenos sobre los que descansan mis durmientes y mis vías férreas?. Si el suelo también es de la nación, toda mi inversión ferroviaria pende de un hilo.
―Creo que así es ―repuso McDoheny, con el ánimo de intranquilizar más ―El texto dice que si algunos indios se quedaran sin tierras y sin agua, podrían, sencillamente, tomarlas de las propiedades inmediatas. Están invitando a esos semisalvajes a la invasión de todo lo nuestro y Wilson jugando a la guerrita Europea.
Speyer, representante de Randolph Hearst, propietario de inmensas extensiones territoriales en el norte del país, abrió más la herida. ―Ya se dieron cuenta que, por el simple hecho de pedir la protección de nuestro país ante algo que consideramos injusto, en ese mismo momento habremos perdido todos nuestros bienes en beneficio de la nación mexicana (Se le conoce como cláusula calvo.). ―Juegan a ser inteligentes, pero no se les da.
Artículo 27, sobre las limitaciones a los extranjeros.
“La capacidad para adquirir el dominio de las tierras y aguas de la Nación, se regirá por las siguientes prescripciones:
I. - Sólo los mexicanos por nacimiento o por naturalización y las sociedades mexicanas tienen derecho para adquirir el dominio de las tierras, aguas y sus accesiones, o para obtener concesiones de explotación de minas, aguas o combustibles minerales en la República Mexicana. El Estado podrá conceder el mismo derecho a los extranjeros, siempre que convengan ante la Secretaría de Relaciones en considerarse como nacionales respecto de dichos bienes y en no invocar por lo mismo la protección de sus gobiernos por lo que se refiere a aquéllos; bajo la pena, en caso de faltar al convenio, de perder en beneficio de la Nación los bienes que hubieren adquirido en virtud del mismo. En una franja de cien kilómetros a lo largo de las fronteras y de cincuenta en las playas, por ningún motivo podrán los extranjeros adquirir el dominio directo sobre tierras y aguas.”
Mcdoheny cerró las observaciones. ―El último parrafito lleva una dedicatoria especial a los del sector energético. Si los extranjeros no podemos adquirir las tierras dentro de la franja costera de 50 km. Es obvio que perderemos todo nuestro patrimonio junto con los yacimientos que logramos descubrir.
Fletcher terminó el cónclave. ―Tranquilos señores. Lansing me ordenó entrevistarme con Carranza para que me explicara los alcances de la Constitución y éste me aclaró que no tendrá efectos retroactivos. Sólo se legislará a futuro por lo que todo lo ganado y obtenido no está en juego.
―Hay otros sectores afectados, uno muy importante es la iglesia. El artículo tercero la excluye de las escuelas públicas. Otro sector es el empresarial, a los empresarios les ocasionará un perjuicio patrimonial importante. En nuestra próxima reunión les haré saber de una alianza con dichos grupos.
Venustiano Carranza se dirigió a Querétaro a caballo para hacer acto de presencia el día de la promulgación de la nueva Constitución política de México, el 5 de febrero de 1917.
En el largo camino Carranza divagaba profundamente. ―No entiendo cómo no pude controlar las desviaciones que sufrió la Constitución, principalmente en materia agraria y laboral. ¿Quién va controlar a los campesinos sin un capataz? ¿Quién va financiar sus trabajos? ¡Nadie!. Se desplomaría el campo si yo entregara parcelas. Para no lanzar el país al hambre no entregaré una sola.
―Con el artículo 123, los obreros serán incapaces de administrar toda la fuerza y el poder que se les otorga y podrán incluso llegar a condicionar la existencia misma de las empresas a través de las huelgas y otras conquistas obreras de esa naturaleza. Las fórmulas porfirianas demostraron su eficiencia reiteradamente. En fin, ahí esta la Constitución con todas sus virtudes y todas sus cualidades. Legislaré mientras Alemania no pierda o gane la guerra y entretenga a nuestro enemigo común.
―Ahora cuento con un escudo ante una amenaza de invasión por parte de los Estados Unidos, la nacionalización de sus industrias a través de la Constitución. Si insisten en la invasión, entonces incendiaré la región petrolera. ¡Nada para nadie!
En 1919 la paz reinaba nuevamente en Europa y en el mundo entero.
En noviembre de 1920. Obregón, decepcionado ante la falta de una señal del Primer Jefe de la revolución para distinguirlo como el mejor heredero de la causa, lanzaba su candidatura independiente. Antes, Carranza y Obregón, habían roto con Villa; ahora llegaban a su término las relaciones políticas entre los máximo supervivientes políticos. El rompimiento entre todos era ahora total y definitivo.
En una plática entre Carranza y su Secretario de Hacienda, el Lic. Pani se confesaban lo siguiente.
Carranza: ―Los petroleros americanos ya no encuentran la manera de deshacerse de Manuel Peláez y su estado petrolero. Cada vez les pide más y más dólares. Mientras las exportaciones las siga controlando en los puertos de Veracruz y Tamaulipas no debo arriesgarme sin necesidad; mira Pani, yo puedo ordenar derrotar a Peláez relativamente fácil, con lo que no puedo es con lo que él representa. Nunca podré entender a éste mal nacido, si todavía luchara por defender algo entre mexicanos con razón o sin ella lo podría concebir. Pero luchar por facilitar a norteamericanos e ingleses el saqueo de petróleo de su país es tanto como amenazar a su propia madre con dispararle un tiro en la cabeza por negarse, en su presencia, a ser violada por sus mejores amigos de cantina.
¿Cuántos Peláez tenemos actualmente en nuestras instituciones y cuántos más hay tomando decisiones en nuestros congresos, dizque en beneficio de nuestro país?
Carranza: ―Nunca cederé el poder a Obregón. Es un traidor. En la misma convención de Aguascalientes se alió a Villa, mi peor enemigo, y ambos tuvieron la osadía de pedir mi dimisión. Después de haber derrotado a Victoriano Huerta, de haber salido exitoso de dos invasiones yanquis(Veracruz y Pershing), sin haber perdido un sólo metro cuadrado de territorio nacional ni haber cedido -a ningún título- la riqueza natural de México.
―Lanzaré a Bonillas para Presidente o me retiraré a Veracruz para hacerme de los impuestos aduanales en dólares e iniciar toda una nueva campaña militar.
Los petroleros buscaban un pretexto para que los Estados Unidos declaren la guerra a México. Hicieron secuestrar al cónsul norteamericano en Puebla, William Jenkins, para mostrar la falta de garantías imperantes en México hasta para los diplomáticos. McDoheny pidió la declaración formal de guerra. El secretario Lansing lo apoyó e insistió ante la Casa Blanca. “Vayamos a los cañones, a las armas, a los buques”; el Presidente no cayó en el garlito y pidió su renuncia a Lansing. Días después aparece Jenkins. El odio crecía.
En una entrevista entre Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles analizaban lo siguiente.
Obregón: ―Creí que Carranza entendería mi actitud respetuosa y pacifista. No ocupé ningún puesto público durante su gestión como presidente y me dediqué, durante su gobierno, como es bien sabido, a la siembra de garbanzos para no provocar sombras ni agitaciones desleales.
Calles: ―Carranza sabe de tu influencia en los dos partidos políticos más importantes del país, de tu influencia en el movimiento obrero y en las masas campesinas. El problema es lo que tú mismo has dicho “¿Quién nos libertará de nuestros libertadores?
―Te corresponde dar la señal para echar andar la maquinaria y poner a Carranza en el lugar que le corresponde.
La rebelión de los sonorenses contra Carranza comenzó el 11 de abril de 1920, fecha en la que Obregón se escondió en la casa del ferrocarrilero Margarito Ramírez. Para el 15 la rebelión era respaldada por el Gobernador de Michoacán, General e Ingeniero Pascual Ortiz Rubio y por el Gobernador de Zacatecas, General Enrique Estrada.
Carranza y su comitiva se dirigen al puerto de Veracruz, irían con él los siguientes: Luis Cabrera, su pretendido candidato Bonillas, Morales y Molina y muchos colaboradores más.
Rumbo a Veracruz, la madrugada del 21 de Mayo de 1920; tres balas se alojaron certeras en el tórax del presidente Carranza. Una tropa de soldados de Manuel Peláez, supuestamente adheridos al ejército federal, comandada por Rodolfo Herrero, fueron los que dispararon al Presidente. Carranza intentó cruzar por una zona rebelde, controlada por el estado petrolero.
Félix Díaz, socio de Manuel Peláez, incrementaba su lista de responsabilidades políticas, históricas e intelectuales al sumar el nombre de Carranza.
Las leyes reglamentarias de la Constitución de 1917, nunca se publicaron, pasaron a ser letra muerta.
Carranza había impedido sin duda alguna la realización de las transformaciones sociales por las cuales habían luchado y muerto tantos mexicanos en la tormentosa década de 1910. Pero también había hecho otra tanto por mantener la independencia de su Patria frente al creciente intervencionismo de las grandes potencias.
PRESIDENCIA INTERINA DE ADOLFO DE LA HUERTA
El vencedor del Plan de Agua Prieta, Adolfo de la Huerta, ex Gobernador del estado de Sonora, se ceñía en el pecho la ambicionada banda presidencial para gobernar interinamente al país (24 Mayo-30 Nov. de 1920) hasta completar el mandato constitucional correspondiente del presidente asesinado.
Era clara la llegada de los sonorenses al poder federal: Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles (nombrado Secretario de Guerra).
De la Huerta, convencido, decía ―Debemos recuperar la confianza interna y externa. Cambiaremos el máuser por el azadón, las balas por las palabras, el cañón por el arado. A partir de hoy la hombría y el coraje se demostrarán en el escritorio, en el laboratorio, en la oficina, en el campo y en la industria.
―No venderé el reconocimiento por unas monedas. Resistiré sin él durante todo el interinato hasta el límite de mis fuerzas pero nunca proyectaré a mi Gabinete ni a mi Gobierno a la indignidad histórica ni a mi país a la esclavitud.
El Gobierno de De la Huerta nunca fue reconocido por los Estados Unidos.
En el verano de ese año sostuvieron una conversación los petroleros Henry Sinclair (propietario de Sinclair Oil Co.) y Edward Mcdoheny.
Mcdoheny se ufanaba con Sinclair: ―Finalmente hemos logrado varias conquistas, Henry; todos sabemos que una constitución por definición es retroactiva; sobre todo si se origina de una revolución. Nosotros ya logramos que declararan por escrito la no retroactividad de la Constitución Mexicana. Además, ya me explicaron mis abogados que el Artículo 27 sería letra muerta mientras no se emitiera la respectiva ley reglamentaria para fijar las bases legales y los alcances de la disposición constitucional. Así que podemos estar tranquilos.
Convencido y contento Sinclair repuso: ―Bien merece un brindis por esa conquista Teddy. Quiero confiarte que para las próximas elecciones del presidente de los Estados Unidos estoy apoyando al republicano Harding, mi colaboración será de entre 5 a 8 millones de dólares. Estoy seguro que ganarán los republicanos, después de la pésima actuación de Wilson, seguramente es el turno de los petroleros.
A lo cual McDoheny inquirió:.―¿Dices que entre 5 y 8 millones de dólares será tu colaboración?
Sinclair confirmó: ―Sí, Teddy. Los he venido dando para sufragar sus constantes déficit, pero algo me hace presumir que, si me quedo con las reservas de la Marina, me recuperaré sobradamente.
―Tenemos hecha la mancuerna, Henry. Si Harding es tuyo, el Senador Fall será el Secretario de Estado. Ese es mío. Tenemos hecho el uno-dos. ―Agregó Mcdoheny.
LA PACIFICACION DEL PAÍS
El presidente De la Huerta, decidido a lograr la pacificación del país, logra convencer a Villa de su retiro definitivo de la lucha armada y le entrega la hacienda del Canutillo.
Villa argumentaba: ―Carranza nunca dio las tierras prometidas por la revolución ni nos permitió confiscarlas, ni quería tocar a los ricos, ni mucho menos dejar el poder. Además, él mandó asesinar a Zapata (10 de abril de 1919, con su muerte lo proyectan como el apóstol de la revolución para los campesinos desposeídos) y fusilar a Felipe Ángeles, además, traicionó la revolución al matar a sus mejores hombres, para no dejarlos cumplir con el movimiento. Pero “Fito” es otra cosa, es un hombre nacionalista; el Gobierno Mexicano estará en buenas manos.
Obregón se opuso al perdón concedido a Villa. Exigía castigo principalmente por ser Villa el único responsable de la expedición Pershing
De la Huerta continuaba centrado en su objetivo pacifista. Logró el exilio para Félix Díaz, Pablo González, Genovevo de la O. También logró la deposición de las armas de éste malnacido mexicano, Manuel Peláez.
De la Huerta, convencido, se había trazado un objetivo: ―Ahora es tiempo de empezar la reconstrucción. Mi país está listo para alcanzar los objetivos revolucionarios en santa paz.
El primero de diciembre de 1920, Adolfo De la Huerta entregó la Banda Tricolor al General Álvaro Obregón, quien, fiel a su promesa concedió al Presidente saliente la cartera de Hacienda, a Plutarco Elías Calles, su otro paisano, la de Gobernación y a Pascual Ortiz Rubio la de Comunicaciones y Obras Públicas.
INICIO DE LA REVOLUCION EDUCATIVA EN MEXICO
Mención especial a la designación de José Vasconcelos; elegante escritor, culto y popular para la cartera de Educación Pública.
Inmediatamente, Vasconcelos, se hace de la amistad del Secretario de Hacienda para plantearle su proyecto educativo. En una de esas reuniones Vasconcelos explicaba a De la Huerta:
―Aprovechemos, Adolfo, que Obregón restableció el Ministerio de Educación que estúpidamente abolió Carranza. Siempre he pensado que nuestro país se hubiera evitado muchos tropiezos, mucha sangre, represión, violencia y vejaciones internacionales, de haber contado con ciudadanos educados, con una cultura media, con una profesión; por lo menos en un 40% de la población económicamente activa.
―¿Qué es la tecnología, “Fito”? ¡Es educación! Sin educación no hay tecnología y sin tecnología no hay evolución; pero sin evolución estás en manos de terceros que te explotan sin ningún sentimiento de compasión y todavía te precipitan más en el imperio dantesco del hambre y de la ignorancia.
―La libertad se adquiere a través de la educación. No es posible independizarse de nada ni de nadie, sepultado en la ignorancia. Sólo el saber nos hará libres. El nivel de cultura te indica el grado de civilización de un país y el tipo de gobierno necesario de acuerdo a su grado de información. El analfabetismo va de la mano con la esclavitud y con la dictadura. La democracia sólo se da donde hay cultura y educación. La cultura conduce a la libertad y sólo en la libertad es posible el progreso y el desarrollo.”
De la Huerta le replicaba: ―Estoy contigo Pepe, no hay necesidad de convencerme.
Vasconcelos continuó diciendo: ―No sólo necesito tu apoyo político sino también el económico. Nada haré sin dinero y tú eres el dueño del dinero. Es inaplazable empezar un programa masivo de construcción de escuelas a lo largo y ancho del país. Escuelas rurales, municipales, citadinas. Escuelas tecnológicas, normales, agropecuarias. Escuelas de arte, música, danza y poesía; primarias, elementales. Escuelas, escuelas, todas las escuelas. Editemos a los griegos, a Homero, Eurípides, Platón, Dante. Etc.
―¿Cómo pretendes enseñarle a un indio yaqui las teorías cívicas de la identidad nacional si no saben leer ni escribir? Su panorama general de nación se reduce a sus milpas. ¿Cuál concepto de nación manejan los yucatecos, o los yaquis, o los rancheros de la Huasteca, o los peones de las haciendas de Chihuahua? Todo ello se resume en una sola palabra “Fito”: E D U C A C I Ó N.
―Verás pintar a Rivera, a Orozco, a Siqueiros. Verás también a Montenegro y al Dr. Atl. Vaciaremos nuestra historia en los murales y ayudaremos, por la vía plástica, a la creación de nuestra identidad nacional. En Pittsburgh se acaba de inventar la radio. ¿Te imaginas si tuviéramos en México tres o cuatro millones de aparatos? Yo haría una verdadera revolución cultural. Nadie se apartaría del radio durante mis transmisione . El procedimiento sería más rápido y efectivo. No soy profeta pero verás el cambio económico y social de los Estados Unidos gracias a ese descubrimiento.
De la Huerta despidió cordialmente a Vasconcelos y volvía a su escritorio pensaba para sí. ―! Que difícil es negociar cuando los hombre están convencidos de sus ideales!, ¡ Más difícil aún compartir sus puntos de vista y no poderlos ayudar como sería justo y necesario!
José Vasconcelos, ínclito Oaxaqueño, rescató de la época de Juárez la frase “SUFRAGIO EFECTIVO NO REELECCIÓN” que hasta hoy se imprime en documentos oficiales. De él es la frase de la Universidad Autónoma de México pregona “POR MI RAZA HABLARA EL ESPÍRUTU”. Defensor a ultranza de la autonomía universitaria, Rector de la UNAM. En fin, bien merecido tiene el llamarlo Apóstol de la educación en México.
TRAICIÓN A LA ESENCIA DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
El gobierno de Álvaro Obregón, en el orden interno recibió un país pacificado, sí, pero agotado, escéptico y en bancarrota.
El Presidente dio prioridad a la renegociación del pago de la deuda pública con los bancos acreedores suspendida por Carranza. Infería que si lograba este objetivo el reconocimiento diplomático por parte de gobierno yanqui vendría en automático.
Decía para sí. ―Debo subir los impuestos de exportación a los petroleros para darlos como garantía en la renegociación de la deuda o caeremos en la suspensión de pagos y con ello en los peligros de una intervención armada, abierta o encubierta.
Según él, la soberanía no pasaba de ser un bonito concepto teórico, útil sólo para exaltar a las multitudes en los discursos políticos si no la puedes respaldar por la fuerza de las armas. Estos pensamientos han hecho mucho daño a nuestro país, realmente estaba en busca de cómo lograr el reconocimiento de su gobierno y pronto encontraría la forma, pero también la historia lo pondría como el gran traidor de nuestra revolución.
Algunas sorpresas en el gabinete de Warren Gamaliel Harding: para la cartera del Departamento de Estado, Charles Evans Hughes, y no el controvertido senador Albert B. Fall, quien tuvo que resignarse a aceptar, junto con sus socios petroleros, la Secretaría del Interior. Por otro lado Herbert Hoover fue designado, a su vez, Secretario de Comercio de los Estados Unidos.
Finalmente los petroleros se impusieron por encima de la libertad de los grupos, particularmente de los banqueros. La decisión había sido tomada. El Gobierno Obregonista, electo por suscripción popular, no sería reconocido por el Gobierno de los Estados Unidos, presidido por Warren Harding, mientras no se modificara la nueva Constitución Política, votada por los mexicanos en el año de 1917.
Las apremiantes necesidades financieras habían obligado al Gobierno Obregonista a aumentar los gravámenes a la industria petrolera, puesto que la recesión mundial había deprimido los precios de las materias primas exportadas por México.
La reacción de los petroleros no se hizo esperar. En esta ocasión decidieron cerrar las válvulas para impedir la extracción de una sola gota más de petróleo, con el objeto de cancelar la producción y con ello la recaudación federal por exportación de crudo. Se empezó a liquidar a la planta obrera, los despidos se elevaron a cinco mil. Por si fuera poco aparecieron nuevamente los acorazados de guerra norteamericanos en el puerto petrolero de Tampico.
En un “aquelarre” petrolero se divagaban diferentes escenarios pero los participantes eran los mismos.
Mcdoheny no aflojaba: ―Debemos convencer a nuestros legisladores, que de una vez por todas se lleve a cabo el viejo proyecto de Henry Line Wilson, el del paralelo 22. Si ya tenemos los barcos en Tampico, se debería expedir la última orden: el desembarco seguido de una declaración de guerra.
Pero Henry Sinclair replicaba: ―En este momento estamos bajo el control fiscal y administrativo del gobierno mexicano. Si procediera la anexión, como tú dices, Edward, tus utilidades así como tus ventas serían controladas de inmediato. En los Estados Unidos serías un sujeto fiscal cautivo y mientras que en México vivimos, en realidad, como en el paraíso tributario.
W.C. Tagle de la Standard Oil también acotaba: ―No veo motivo de preocupación en trabajar dentro de la esfera jurídica de acción del gobierno yanqui. Aquí también sabemos como jugárnosla para distraer al fisco norteamericano.
Ahora fue V. W. Van Dike de la Atlantic Refining Co. quien aportó a la conversación: ―Coincido con Sinclair en depender mejor del gobierno Mexicano que del Americano.
Después de varias horas de discusión había consenso. El Presidente Obregón había dado las garantías de palabra para la no retroactividad de la Constitución de 1917. Iría una expedición de petroleros para lograr la derogación del aumento tributario a cambio de la retirada de los buques, de la continuación de los trabajos de extracción y la recontratación del personal.
Los cinco magnates petroleros sostuvieron diferentes series de entrevistas con los representantes del Gobierno Mexicano. La decisión Mexicana no se hizo esperar. Se decretó una baja significativa en materia tributaria; habían triunfado los petroleros. En la ciudad de Tampico todo volvía a la normalidad; los buques salen del puerto, se recontrata a los trabajadores cesantes y se reabren las válvulas.
Empieza una luna de miel entre el gobierno Obregonista y los petroleros. A Edward Mcdoheny le es permitido explorar inmensos yacimientos en el lote de Juan Felipe. Las relaciones mejoran sensiblemente.
Para fines de 1922, catorce estados de la Unión Americana solicitaron a Harding el reconocimiento. Obregón logra la simpatía de William Rondolph Hearst, acaudalado hombre en los Estados Unidos y México, además de ser un influyente manipulador de la opinión pública norteamericana a través de su poderosa cadena periodística.
Habían transcurrido dos años y medio y parecía que el Gobierno Obregonista estaría condenado a pasar a la historia como “ilegal” desde el punto de vista internacional.
Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles discutían constantemente las eventualidades de la sucesión presidencial. A ambos le preocupaba esa coyuntura política. Los petroleros y los Estados Unidos podrían aprovechar el cambio de poderes en México para apoyar económica y militarmente a quien garantizara gobernar al amparo de la Constitución de 1857.
Esa persona capaz de levantarse en armas existía, se llamaba Francisco Villa; Calles comenta acerca de una declaración periodística de Villa a favor de Adolfo de la Huerta.
―Villa ya fue muy lejos. Se atreve a decir que la mayoría está a favor Adolfo de la Huerta y que él en lo personal cuenta con diez mil o veinte mil votos.
―Hijo de Perra. ―Gruño Obregón.
―Villa sabía perfectamente de mi candidatura a la presidencia de la República, ―dice Calles ―conocía de siempre tu decisión y no tuvo el menor empacho en manifestarse públicamente en favor de De la Huerta, a sabiendas de que sus declaraciones implicarían un enfrentamiento irreversible entre nosotros.
―Villa no debe pasar a la historia como un pintoresco mexicano, como un macho simpático, atrevido y frívolo. Es un maldito carnicero vende patrias. Lamento mucho tenerle que hacer un favor al proyectarlo como mártir, pero al hacer sus declaraciones a Hernández Llergo firmó su propia sentencia de muerte. ―Concluyó terminante Álvaro Obregón.
SUCESOS QUE CAMBIAN EL SENTIDO POLÍTICO PARA MEXICO.
El Secretario del Interior Albert Fall, y el Secretario de Marina son acusados de corrupción al recibir cien mil dólares de Mcdoheny y trescientos mil de Sinclair a cambio de que les fueran entregadas las reservas de petróleo de la Marina Americana. Mcdoheny recibió las de Elk Hill en California y Sinclair las de Teapot Dome en Wyoming.
Obregón comentaba a Calles: ―Muy pronto podremos estar tranquilos. Los petroleros continuarán sus trabajos de extracción con seguridad y confianza. Nosotros tendremos garantizada la recaudación derivada de todo ese proceso productivo. Recibiremos los préstamos para la compra de armas y el apoyo yanqui a nuestras decisiones; es decir, no apoyarán a nuestros enemigos. Tú, Plutarco, podrás desarrollar tu campaña política tranquila y Harding y Hughes, sin dolores de cabeza originados en México, podrán dedicarse en cuerpo y alma a evitar la renuncia de Fall y de Denby y su futura reclusión en la cárcel de Alcatraz, con vista a la Bahía de San Francisco”.
El 20 de Julio de 1923, los periódicos de Parral publican una fotografía impresionante. Francisco Villa había sido asesinado, junto con su chofer y algunos adictos ex dorados, cuando llegaba en su famoso Dodge proveniente de su rancho El Canutillo.
El Gobierno Obregonista, “sorprendido” por el atentado, prometió públicamente hacer justicia y no descansar hasta encontrar a los culpables del artero crimen……
Warren Gamaliel Harding, Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, dejaba de existir el 2 de Agosto de 1923, aparentemente intoxicado por la ingestión de unos cangrejos en descomposición.
Kelvin Coolidge, sustituye en la Presidencia Americana a Harding, del 2 de agosto de 1923 al 3 de marzo de 1929.
Álvaro Obregón, urgido de que Estados Unidos reconociera su autoridad, firmó con ese gobierno, el 13 de agosto de 1923, los infamantes Tratados de Bucareli, en los cuales se acordó lo que sigue:
1. Las propiedades agrícolas expropiadas a estadounidenses se pagarían con bonos, si no eran mayores a mil 755 hectáreas.
2. Para propiedades que rebasaran dicha extensión, el pago sería de inmediato y al contado.
3. Se integraría una comisión encargada de revisar las reclamaciones pendientes a partir de 1868; las originadas por la Revolución se resolverían aparte.
4. Con relación al petróleo, el artículo 27 no era retroactivo para los estadounidenses que hubieran adquirido sus concesiones antes de 1917, lo que les permitía seguir explotando el hidrocarburo.
Aunque los llamados Tratados de Bucareli no fueron aprobados por los Congresos de uno y otro país, constituyen uno de los hechos más vergonzosos para México. Obregón entregó dignidad, decoro y soberanía nacional a cambio del reconocimiento de su Gobierno.
El primero de septiembre de 1923, casi tres años después de la toma de posesión, Álvaro Obregón anuncia, en su informe presidencial en el Congreso de la Unión, la reanudación de las relaciones con los Estados Unidos. El Jefe del Ejecutivo ordena sean echadas a vuelo las campanas de la Catedral Metropolitana para distinguir tan fausto acontecimiento.
En el Senado Mexicano surgen los problemas. Un grupo de legisladores ataca a Obregón por haber vendido la soberanía del país a los Norteamericanos, en razón de los Tratados de Bucareli y por considerar indigna la Convención General de Reclamaciones.
Obregón, urgido de la ratificación de la Convención no acepta la negativa del senado. Recurre al crimen. Manda asesinar a Francisco Field Jurado, líder del grupo opositor y aprehender el resto de los legisladores irreverentes.
Obregón comete el mismo error de Carranza. ¿Quién nos libertará de nuestros libertadores? Destapa abiertamente a Plutarco Elías Calles como candidato a la Presidencia de la República.
En Diciembre de 1923, el siempre congruente y nacionalista Adolfo de la Huerta, después de haber renunciado al cargo de Secretario de Hacienda, se levanta en armas, porque Obregón, a su juicio, había enajenado la soberanía nacional en los Tratados de Bucareli.
Estados Unidos no interviene. Prefiere apoyar a un Obregón ya conocido, que a un De la Huerta impredecible, y respaldan militarmente al Presidente Mexicano.
Hay desapariciones masivas de opositores de Calles, persecuciones, ahorcados, fusilados; las traiciones se repiten como siempre a lo largo de la historia de México. La lucha por el poder no conoce la piedad ni la amistad, ni la nobleza ni cualquier otro valor superfluo. En las montañas de muertos se encaja la bandera de la Patria.
El régimen de Álvaro Obregón, manchado de sangre, se anota las muertes de García Granados, Lucio Blanco, Francisco Murguía, Francisco Villa, Manuel M. Diéguez, Francisco Field Jurado, Ramón Treviño, Manuel Chao, José Rentería, Rafael Buelna, Fortunato Maycotte, Che Gómez……
Calles meditaba: ―El levantamiento de De la Huerta está condenado al fracaso, los líderes opositores a mi proyecto ya los desapareció Obregón, incluido Francisco Villa. Entre más gente asesine Obregón, mejor para mí, más limpiecito voy a recibir mi Presidencia.
Cuánta razón le asiste a Álvaro Obregón al afirmar: ―Entre más gente mates, más gobiernas.
Bajo este escenario gana las elecciones Plutarco Elías Calles, jura como Presidente el primero de diciembre de 1924, comprometiéndose a respetar y hacer respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Por su parte Álvaro Obregón se convierte en el “GRAN TRAIDOR” de la causa revolucionaria, no respetó la Soberanía Nacional al firmar los Tratados de Bucareli y mandó asesinar a quienes se opusieron a esos “nangos” trataditos.
Continuará la cuarta y última parte el 23 de febrero del 2009.
jueves, 15 de enero de 2009
“En las montañas de muertos, se encaja la bandera de la patria”.
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