lunes, 31 de marzo de 2008

Sierra de Manantlán, Reserva de la Biósfera



Mi primer encuentro formal con la majestuosidad del Cerro Grande fue en el año 2005, cuando fui literalmente asaltado por un ingeniero de aspecto amable y barba rala, gestor ambiental ante el gobierno del Estado para la implementación de proyectos de desarrollo sustentable en el Cerro Grande, en la Sierra de Manantlán, reserva de la biósfera.

Sergió Graf, me abordó solícito para mostrarme un sinfín de documentos y fotografías de dicha región, comentando la importancia del cerro y el interés que se tenía para conservarlo, de la misma manera apoyar a las comunidades asentadas en él.
La pregunta producto de mi más vergonzante ignorancia fluyó débil… ¿Pero, dónde está ese cerro? Sergio sonrió sin dolo y me condujo a la calle Madero, caminamos hacia el jardín Torres Quintero y al llegar a él, de improvisto se plantó a media calle Madero sin importar el tráfico y me dijo señalando al norponiente: Te presento al Cerro Grande. Me avergüenza pensar que jamás me había fijado en esa gran silueta azul grisácea que enmarca el final de la calle Madero custodiada a la izquierda por la catedral y a la derecha por el Hotel Ceballos, ahí al fondo, dominando los cielos se encuentra el Cerro Grande.
Hace unos días decidimos mi familia y yo hacer una visita a este lugar, específicamente a la comunidad del Terrero, municipio de Minatitlán, situado a 2,200 metros sobre el nivel del mar. Saliendo de Villa de Álvarez, se llega por una brecha, situada 15 minutos antes de llegar a Minatitlán, un letrero del lado derecho de la carretera, nos indica desviación al Sauz. Son 15 kilómetros de pura subida (45 minutos +-).
Ejido de gente amable, mucha vegetación, fauna, frío y polvo a rabiar, El Terrero es un paraíso para los amantes de la naturaleza. Llegamos alrededor de las 10:00 de la noche y fuimos custodiados hasta el albergue “Ocotillo”, por un par pobladores de buen talante; nos instalaron en las cabañas, arrimaron leña y encendieron la fogata no sin antes obsequiarnos con una amena charla sobre la vida salvaje del lugar y lo salvaje que de pronto puede ser la vida en esta comunidad, debido a la escasez de agua y víveres. El guía Lino se ofreció a llevarnos en un prometedor recorrido por el cerro al día siguiente. Lino llegó puntual a la cita y caminamos por sederos de a pie, y caminos de herradura por espacio de 50 minutos, tiempo en el que Lino nos iba deleitando con sus dotes de explorador y buen conocimiento de la flora y fauna: “Éste es un Ciprés de más de 40 metros de altura, véanlo bien, es difícil encontrar otro tan grande”; aquí anduvieron los ‘Jabalines’ (sic), miren cómo escarbararon buscando raíces y camote del cerro; ¿no los despertaron los Cenzontles?, andaban muy cantadores en la mañana. Anoche después de dejarlos en el albergue nos topamos con un jaguar a escasos 100 metros de las cabañas, nos les dijimos para no asustarlos, esos gatos no hacen nada a la gente, andan buscando gallinas, pa comer. Ojalá tengan suerte en la tarde, por un lado del albergue baja una venada con su cría, hace dos días la vimos”…
Tal como Lino nos comentaba, la vida en el Cerro Grande y especialmente en El Terrero es harto difícil, la dramáticamente paradójica escasez de agua los mantiene pendiendo de un hilo para subsistir. Se puede contar con agua básica, muy básica… qué esperanzas de bañarse a diario y desperdiciar agua regando plantas de ornato, ¡no señor!, ahí no se puede. Escribí “dramáticamente paradójica escasez de agua” por una sencilla razón, el Cerro Grande es la principal fuente de agua para Colima y Villa de Álvarez, sus 139, 500 hectáreas protegidas cuentan con cerca de 11 diferentes tipos de bosques que van desde los bosques tropicales debajo de los 1000 metros de altura, hasta los bosques de coníferas y encinos en las mesetas húmedas y templadas de las partes altas (más de 2000 metros de altitud). Estos bosques -especialmente los de encinos- captan permanentemente la humedad ambiental (llueva o no) y descargan el agua en el suelo. El cerro está conformado por un material calizo altamente poroso y tiene un sistema natural de galerías, resumideros y canales que filtran el vital líquido, en las faldas del cerro el agua sale a raudales por manantiales caudalosos, entregándonos mi 500 litros de agua por segundo. Toda el agua se filtra, por lo que en esa zona no hay riachuelos, lagos o lagunillas. Los pobladores del Terrero pueden obtener agua sólo en la temporada de lluvias y lo hacen de dos maneras: Con canaletas captan el agua de sus techos y tejados conduciéndola a barriles o botes metálicos, esa agua la consumen durante las lluvias pues es “recargable”. Para crear reservas, excavan una especie de “albercas” de 30 por 30 metros y 3 de profundidad y las forran de plástico negro. Estas “albercas” llamados Ollas guardan el agua para la época de estiaje. Ellos nos dan el agua, la vida y nosotros ¿Qué les daremos a cambio?
Visite el Cerro Grande y El Terrero, vale la pena conocerlo y sufrirlo para comprender las bondades que nos ofrece y quizá, la importancia de su existencia para nuestra vida y la de futuras generaciones de colimenses.

Este artículo se publicó el 23 de marzo de 2008, en el periódico Ecos de la Costa de Colima, Colima, México.

Ahí'la