jueves, 20 de diciembre de 2007

Cuento navideño: Open source I



Para Santa ese año había resultado más gélido que de costumbre; con una edad paralela a la de Cristo, los villancicos anuales menguaban poco a poco las capacidades de su cuerpo, haciendo dolorosos los pasos y las risas en un desgaste acumulado a pesar de la sugerida magia que se le atribuía; ¿que saben los humanos?, balbuceó mientras se arrellanaba en el mullido sofá color chocolate compañero grato de las tardes boreales. Recibió con esmero el calor que le proporcionaba la chispeante fogata, su gran confidente, la que sin remilgos transformaba cada tarde las mentiras en placebo. Le gustaba seleccionar personalmente el combustible con el que alimentaba las llamas purificadoras. Desde el mes de noviembre empezaba a recibir miles de toneladas de combustible, pero el proceso era arduo, había que tener mucho cuidado en la selección; solo las cartas de niños que mentían eran transformadas en gratificante fuente de calor...

A papá Noel le preocupaba mucho -de 5 años para acá- la creciente demanda de aparatos tecnológicos que los niños modernos solicitaban con tanta insistencia; su línea de producción y su staff de talento no estaban tan actualizados para fabricar tantos y tan nuevos equipos de alta tecnología.

¡Cierto!, tenia una línea de montaje más o menos actualizada, se montó a finales del 2000 con los recursos técnicos más modernos, ¡pero caray! después de siete años ya no era tan avanzada. Aunado a eso le cansaba terriblemente conseguir los diseños y patentes para los miles de nuevos productos; además, a su jurídico cada vez le resultaba más difícil conseguir las licencias para los software necesarios. Los grandes consorcios no estaban muy de acuerdo a contribuir con la causa navideña regalando licencias al por mayor, por muy Santa que fuera…

Santa reunió a su equipo de colaboradores más cercanos: Merlín, Pedro, Vulcano y Rodolfo -el reno eternamente acatarrado-, para que al calor de la cómplice fogata se tomara la decisión.
Vulcano el mecánico eterno y Merlín el mago mostraron al staff la más moderna línea de producción jamás vista, un proceso automatizado que lo mismo fabricaba Ipods que computadoras a razón de 50,000 piezas por día embalaje y rotulado incluido. El satff quedó maravillado con la fantástica maquinaria; Rodolfo bailó de gusto un par de coreografías del Cascanueces a ritmo de samba y Pedro, el latino, hizo un “standing ovatión con caravana francesa” de 15 minutos; sin embargo, el amigo Claus no obstante el “carpe diem” quedó preocupado… ¿y los software? -preguntó con senil impaciencia-, ¿cómo los vamos a obtener?...

Una providencial ráfaga de viento incursionó en la habitación en ese preciso momento con fuerza tal, que envió por los aires en una danza alegre las miles de cartas-petición recibidas en la última semana; una de ellas al ritmo de danzón circuló por el recinto varios segundos para caer como mariposa cansada en el regazo de San Nicolás quien con infantil emoción leyó la misiva enviada por un pequeño originario de América Latina según pudo leer; ¡Deus ex machina! exclamo en impecable latín, tengo la solución…

Esta historia continuará....

Este artículo se publicó en el periódico Ecos de la Costa de Colima, el 21 de diciembre de 2007.