lunes, 7 de abril de 2008

¿Tecnología o pereza?


Si bien es cierto que los avances tecnológicos han permitido que la sociedad moderna viva y se desarrolle en mejores condiciones, también lo es que el uso y abuso de las mismas no siempre resultan benéficos para todos.

Los inventos tecnológicos del siglo XX cambiaron radicalmente la historia del hombre; la televisión, el cine sonoro y a color, internet, los teléfonos celulares, las cámaras instantáneas, las digitales, el software, los códec de compresión de audio y vídeo (MP3, MPG, OGG, AVI, etc.) y miles de inventos más, cambiaron formidablemente nuestros esquemas de vida y mejoraron sustancialmente la misma. Sin duda los seres humanos y una que otra especie animal nos deberíamos sentir regocijados de tantas bondades. Sin embargo, existen también los inventos tecnológicos absurdos o de plano inventados por y para perezosos. Desde mediados de los sesentas, en la época del boom tecnológico de los enseres electrodomésticos, las grandes empresas productoras de estos aparataos, vieron en la pereza una fuente importante de ingresos, y dedicaron mucho dinero y esfuerzo a la proyección y fabricación de numerosos aparatos electrodomésticos igual de novedosos que inservibles. Van los ejemplos: El estorboso y hasta ahora casi inútil abrelatas eléctrico, es una real patraña, la neta es que cuesta más trabajo abrir una méndiga lata con estos armatostes, que con el sencillo y poco guapo abrelatas tradicional, además, intente llevarse el aparato abrelatas de día de campo, ¡ah verdad!. Otro invento que para mi gusto es un homenaje a la flojera, es el cepillo dental eléctrico… No chifles, en esa si se la mancharon gacho; imagínese, inventar un aparatito que te cepille los dientes sin necesidad de mover la mano, la verdad el inventor debe ser un haragán. Opino lo mismo de la rasuradora eléctrica, maldito aparato, se atasca, te jala la barba o bigotes y al final, ¡gran final! es necesario darte una pasadita con el bendito rastrillo desechable, chale… Otros inventos son muy plausibles, pero mal utilizados son un poema de güeva; por ejemplo, el horno de microondas, un elemental electrodoméstico para parejas trabajadoras, estudiantes o personas con algún tipo de discapacidad, una verdadera joya para restaurantes o cafeterías escolares, pero un gran generador de pereza para los fodongos y fodongas que lo utilizan para calentarse el agüita pal` café, para hacer palomitas y para recalentar la comida congelada que compraron por haber estado con sus compas toda la mañana en la guáguara; y qué me dice del reloj despertador, ese sí tiene maestría en estos menesteres de fabricar humanos haraganes; antes, las personas también se despertaban con reloj, sí, pero biológico; algunos con solo percibir los primeros rayos de sol, algunas otras nomás al cumplir las 7 u 8 horas “reglamentarias” de sueño, otras tenían la vejiga como aliada, y los más difíciles estaban en contubernio con el gallo o los perros; pero ahora, con tantos modernos despertadores la gente nomás no damos una, unos lo ponen a la seis y el aparato pita a las 6, 6:05, 6:10, 6:10 etcétera y acaban parándose a las ocho; otros de plano nunca los despierta y algunos lo agarran a guamazos al primer pitido… ¡Attende domíne!,

Como estos hay muchos ejemplos y la verdad es que la tecnología mal utilizada puede volverse en nuestra contra, el abuso de la misma puede dañarnos física, moral y socialmente. Dejemos un rato las facilidades y agradables ventajas modernas para fortalecernos como familias e individuos. Una caminadita al parque, al campo, un rato de charla familiar o con amigos y realizar trabajos caseros a la usanza de nuestros abuelos, con más herramientas que las elementales nos dará una enseñanza de vida y nos hará un poco más pragmáticos.
Este artículo se publicó el jueves 3 de marzo en el periódico Ecos de la Costa de Colima, Colima, México.